La cría de perdices en cautividad comenzó alrededor del último cuarto del siglo pasado. El
motivo por el cual empezó está lucrativa actividad, fue con el fin de paliar la falta de ejemplares
perdices salvajes en muchas de las fincas de caza y algunos territorios donde escaseaban, debido a
la modificación de su hábitat, principalmente el abandono de la siembra. La
cría de perdices
en cautividad aseguraba la disponibilidad de la especie para repoblar esos lugares donde empezaba a
escasear.
El fin último de las granjas de perdices es la suelta al campo de los ejemplares
obtenidos y debe tenerse en cuenta, es de vital importancia, la pureza genética de los ejemplares
que se crían, evitando incluso la mezcla de especies de zonas diferentes. Primero, por su valor
cinegético para mantener la raza de la variedad de que se trate.
La especie de perdiz más criada en cautividad es la Alectoris rufa, comúnmente
denominada perdiz roja. Esta perdiz es muy valorada además por su característica bravura, por ser
el tipo de perdiz con el mayor parecido con los ejemplares en libertad, lo cual es muy apreciado
por los cazadores expertos.
Las granjas de cría de perdiz deben respetar al máximo el comportamiento de las
aves en la naturaleza: desde la época de formación de las parejas hasta la suelta o venta de los
polluelos de perdiz o perdigones. Las fases por las que atraviesa la explotación son: la formación
de parejas, la puesta, la incubación, la eclosión y la suelta o venta de los pollos. No todas las
explotaciones cubren este ciclo completo, pudiéndose dedicar a alguno de los procesos solamente.
Así podemos encontrar granjas de selección, donde se crían
perdices
de la mayor pureza genética posible y que serán futuros reproductores; granjas de multiplicación de
polluelos de perdiz de un día, cuyo destino final serán las granjas de cría, donde permanecerán
hasta que sean vendidas como ejemplares adultos a las distintas explotaciones (cotos de caza,
ayuntamientos, comunidades autónomas, etc.). Las
granjas de perdices
que contemplan desde la formación de parejas hasta la venta de perdiz adulta, se llaman granjas de
ciclo cerrado y son las que podemos encontrar mayoritariamente.
La calidad de los ejemplares criados en cautividad está en función de su pureza
de raza, del respeto a sus hábitos en la naturaleza (grandes voladeros, alimentación natural) y
unas instalaciones adecuadas que protejan la salud de estas gallináceas, no solo desde el punto de
vista de sanitario, también de depredadores naturales, de lugares poblados o de paso que
interfieran en su hábitat, de las inclemencias del tiempo procurándoles zonas de refugio,
etc.
El destino de las perdices criadas en cautividad será la repoblación, bien sea
para introducirlas en una zona donde nunca habitó, para volver a introducir la especie en lugares
de donde ha desaparecido o aumentar la población de zonas que ya cuentan con ejemplares de la misma
especie. No obstante, también existen algunas granjas y criadores que se dedican a la
venta de perdices
para su consumo directo o incluso quienes están especializados en la producción de
huevos de perdiz
para su posterior venta en supermercados y grandes superficies.
Características de las perdices en función de su cría:
Perdices asilvestradas
Es la perdiz criada en centros de recuperación de faunas, con respeto total a la
ecología y comportamiento en la naturaleza. Las perdices asilvestradas son las que tienen mayor
valor económico y mejor comportamiento que otro tipo de perdices de criadero y son difíciles de
encontrar.
Perdices criadas en semilibertad
La cría de perdices en semilibertad se realiza generalmente en explotaciones
familiares y de aficionados que sacrifican el beneficio económico en favor de una cría que respete
al máximo las condiciones del hábitat de la perdiz y la pureza de raza de los progenitores. Su
producción es muy limitada y el coste por ejemplar elevado. Aún así gozan del favor de algunos
clientes a los cuales no les importa pagar la calidad.
Perdiz de plástico
Es la perdiz industrial, la criada en granjas con procesos destinados a la mayor
producción posible, que en nada se diferencia de una granja de pollos. La elevada producción reduce
los costes y son las
perdices
más baratas del mercado. Sus clientes desprecian no solo la calidad de los ejemplares, tampoco
tienen ningún interés en conocer los procesos de cría industrializados. El precio final es
determinante.